Meditaciones de un lector

El arte de narrar debe estar muy devaluado y decaído, pocos han de ser los señores doctos en esta materia puesto que parece cada vez mas primar aquel que escribe que aquello que cuenta, pocas han de ser también la personas capaces de entender estas historias o , en su complejidad, de resumirlas, muchos menos desde luego que biógrafos dado que las sinopsis van perdiendo el terreno que la vida y las vicisitudes de los autores van ganando. Tal vez andarán estos señores tan escasos de recursos y trabajo que en su afán por ampliar éstos aprovechan los espacios muertos de sus libros para dejar allí constancia de sus currículos.

Puestos a escribir un relato tantas cosas se deben quedar en el tintero que cuando se logra alcanzar el plácet de los lectores no puede sino en sucesivas entregas completar lo que ya se ha dicho, si aún así quedaran ángulos muertos o puntos oscuros sin iluminar o palabras sin utilizar éstos deben ser completados en sucesivas entregas.

Quizás el objeto de todo esto no sea otro que el alcanzar aquella meta de expresar lo que ya se había dicho y contar la misma historia procurando alcanzar el mayor grado de perfección posible.

Es tal y tan ingente el esfuerzo, que otros señores capaces no dudarán en ayudar con su trabajo, su narrativa y al fin con sus obras en la tarea.

Una vez alcanzado el objetivo, ese que es a la vez tan alto como lejano, una vez satisfecho aquel que desea conocer, cubierta también la necesidad de contar, se habrán dicho tantas cosas que no quedará nada, salvo volver a empezar