Lo extraordinario de las historias no es que ocurran sino cómo lo hacen. He aquí algo que sucedió tal día como hoy hace algún tiempo. Tras semanas de fríos atados a los huesos y como si de un espejismo se tratase una mañana amanece despejada y el sol acaricia con gracia la piel dando esa reconfortante sensación de tibieza.
En cuanto sale uno de su refugio de paredes y cemento se da cuenta que la calma y el silencio es pura fantasía. El bullicio de la ciudad esta por todas partes lo engulle todo, lo devora con su movimiento y su ir constante. Las hileras de coches rugiendo impacientes, la gente al hablar al caminar, e incluso algún sonido más de fondo e indeterminado, uno llega a tener la impresión de que es la ciudad entera la que habla y mantienen una interminable conversación consigo misma.
En ocasiones este parloteo se interrumpe por una alarma impaciente que vocifera o por el chillido estridente de una sirena que a poco que se aleja queda de nuevo enmudecida por la voz constante y monótona de la propia ciudad.
Caminé de una calle a otra, sin rumbo alguno, dejándome llevar por las sensaciones que cada lugar proponía. Al segundo o quizás el tercer giro apareció una apacible plazuela empedrada, los adoquines sin pulir con esporádicos brotes de hierva en las juntas daban la sensación de que aquel suelo hubiese estado allí siempre. Los frondosos árboles en las cuatro esquinas de aquel cuadrado entrelazaban en el centro sus ramas como si se tratase de una cúpula o una cruceta de una de esas catedrales góticas, con los árboles como columnas y las ramas haciendo arcos. En el centro a modo de pila bautismal una fuente apenas elevada un metro del suelo, en el centro un tubo de cobre alimentaba de agua un estanque de piedra redonda y cóncava, este al rebosar alimentaba a su vez a otro de mayor diámetro un nivel más abajo y este último a la pila central y de mayor tamaño que se elevaba desde el suelo.
La Estilográfica Virtual
Es este rincón recóndito de la red dónde hila con una pluma digital este loco (otro más) ideas, historias y versos.
Sean pues bienvenidos, disfruten de su entancia y no olviden dejarse algo antes de partir para estar así seguro de su regreso.
Sean pues bienvenidos, disfruten de su entancia y no olviden dejarse algo antes de partir para estar así seguro de su regreso.
lunes, 10 de enero de 2011
Comenzando a caminar
Etiquetas:
Hombre Sombra
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