La Estilográfica Virtual

Es este rincón recóndito de la red dónde hila con una pluma digital este loco (otro más) ideas, historias y versos.

Sean pues bienvenidos, disfruten de su entancia y no olviden dejarse algo antes de partir para estar así seguro de su regreso.


martes, 8 de abril de 2008

Con el ser muerto y el corazon enterrado

Un paso y un giro, con los brazos al costado y los dedos anudados a la espalda. Mirada alta, perdida en la nada, habla de pensares y pesares, carga tan pesada que la piel queda por doquier hendida. Los pasos sobre el suelo rítmicos, sonido del gotear de ideas y voluntades.

Los ojos interrogan al vacío, que siempre está lejos y siempre tan alto que habrá de saberlo todo. Y en la distancia habrá de callarlo. Mas abajo la realidad se bate con la ausencia, cambia, surge al tiempo que se desvanece. Allí, tras los más altos muros sólo queda sitio para él sobre el adoquinado. El gesto pétreo, de gravedad extrema, augusta figura en el centro del patio.

Allí, refugio de la razón de un hombre, idealizado mundo de domadas cuevas reunidas como un rebaño por la voluntad y la austeridad. Nunca infantes juegos lograrán tales cosas. Sólo un hombre, sólo eso decide y hace, vence desde su base el ser de las cosas. Aplaca azares y florituras de sus formas originales, en ocasiones alegres, las más terribles. Carcajadas y llantos, extremos transformados por voluntad de un hombre en serenidad, también esta extrema, también esta caída ante quien ni ante dios ni ante hombre jamás detuvo su mano. Diestra fuerte, que forma al mundo, lo altera y cambiado lo exhibe, ¡Mirad, esta es mi obra, es esto lo que os lego, a todo esto he superado y a mi deseo he rehecho y a mi querer he diezmado y con mi ser muerto mi razón ha triunfado! Aquí, esta efigie marca el lugar en el centro del patio, vencí al más terrible adversario que es espejo mío, imagen de mi pasión, de mi congojo y de todo amor. ¡Mirad incluso sobre mi he vencido, aquí yace mi infancia, mi memoria y mi corazón enterrado!

Mis fatigas han terminado, ya no pesan las horas ya no se sufren las palabras, ya los adióses y las promesas resultan pasajeras, sólo sobre el pecho pesan y este cayó, ya no soy mi enemigo, he muerto vencedor y vencido de mi mano.

Cuanto había que hacer se ha hecho. A otros hombres y mujeres he forzado y de cuantos han caído he sido amo como lo soy de la piedra que hacen mi suelo mis muros y mi techo. Nadie ha osado enfrentarme, lo intentó el alma mía y no encontró sino responso y tumba en mi pecho. Reza mi esposa todas las noches en este camposanto y en la mañana marcha a esconder su secreto luto, la siguiente noche regresará para seguir llorando.

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